“Fuera Botnia, viva la patria”

martes, 27 de abril de 2010 |


Ironías al margen, consignas como la del título suenan con fuerza durante las manifestaciones en Gualeguaychú en contra de la a finlandesa ubicada en Fray Bentos, Uruguay.

Desde que se supo que se iba a instalar la pastera, en la Argentina se sintió que se habían ultrajado nuestros derechos. ¿Cómo un país vecino iba a ignorar un tratado para poner una planta contaminante?

Crónica de un ida y vuelta

La histora ya es conocida: Allá por 2006 llegaron noticias a la Argentina de que en Uruguay se establecería una planta pastera que, al trabajar con almidón, podría resultar contaminante. A partir de ello se vieron una series de idas y vueltas. Que contaminaba, que no contaminaba, que contradecía un tratado bilateral de 1975, se dieron pruebas de ambos lados, y hubieron acusaciones cruzadas entre los asambleistas de Gualeguaychú, los gobiernos uruguayo y argentino y la empresa Botnia.

Mientras tanto, la planta nuna dejó de construirse y hoy en día está trabajando plenamente. Desde Botnia aseguran que no contamina, pese a la contaminación visual que significa poner semejante edificio en un centro turístico (ya hubo un caso en la India: en el Taj Mahal no se pudo poner un cartel de Mc Donalds porque implicaba -con razón- contaminación visual), los fuertes olores que se sienten hasta desde este lado del río y la contaminación en el agua.

Para darle un punto final al conflicto, ambos países se sometieron a la decisión de una corte internacional. La haya acaba de decretar que, si bien hubo una violación al famoso tratado de 1975, la planta podría seguir trabajando. En síntesis: “Botnia es malo, pero no lo suficientemente malo como para cortar el negocio”.

La bolsa de basura que tapa la montaña (de basura)

Esta última decisión intensificó las protestas en Gualeguaychú. Volvieron las marchas, el corte de ruta y el malestar general. Nuestros derechos se habían ultrajado…

Se ignora, como consecuencia de ese reclamo legítimo, cosas que aquí en la Argentina le hacemos al medio ambiente. Transformamos al riachuelo en terreno hostil, talamos bosques en el Chaco, vendemos nuestros glaciares a empresas extranjeras, abrimos minas a cielo abierto y usamos Glifosato para combatir plagas de nuestras plantaciones de soja contaminando los suelos y a las poblaciones cercanas.

Es entonces que, mientras nuestras miradas se centran en una planta del otro lado del río, rifamos nuestros recursos y acabamos con lo que pueden ser recursos vitales en un futuro no muy lejano (nuestros árboles y nuestro agua).

Para que hayan cambios necesitamos que toda la Argentina se transforme en un gualeguaychú. Será el día que dejemos de ver solo la paja en el ojo ajeno.

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